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Compartiendo Vivencias Únicas
“Un ser humano no asume sus emociones no porque no pueda, sino porque piensa que no puede más.
Una persona se suicida no porque no pueda sostener su vida, sino porque
piensa que no puede más, no porque no pueda. Ese pensamiento no tiene
el poder de tirar a nadie por el balcón, pero nuestra identificación
inconsciente con el pensamiento, nos maneja. Puede hacer que nos tiremos
por la ventana… Estamos jugando al juego de las creencias. No somos lo
que creemos que somos.
El tema es: ¿Se imaginan que no fuésemos lo que
pensamos que somos? Estamos llevando a cabo la representación de lo que
pensamos que es ser un ser humano. Vivimos en base a unos patrones.
Imagínense si no fuésemos eso.
Es fascinante darte cuenta que no eres lo
que piensas. Te abre una puerta de potencial: ¿qué soy si no soy lo que
pienso?
La capacidad para reconocer las emociones de los demás,
saber qué quieren y qué necesitan, es la habilidad fundamental para
establecer relaciones sociales y vínculos personales.
Dentro de este
marco de relaciones interpersonales, algunos indicadores que deben
considerarse son:
· Autoapertura: es no hablar desde lo
absoluto, sino desde la interpretación que nosotros damos a nuestros
datos, siendo sensibles a los sentimientos del otro y cuidando mucho el
lenguaje corporal.
· Asertividad: en Gestión de la Inteligencia Emocional, a la
asertividad le damos una acepción especial, basada en la habilidad de
mantener nuestros derechos, opiniones, creencias y deseos, respetando al
mismo tiempo las del otro, lo que contrasta con la agresividad, que no
las tiene en cuenta, o la pasividad, que ignora las propias.
·
Escucha activa: en la escucha activa hemos de poner énfasis en
desactivar nuestros filtros de recepción, sintetizar las declaraciones
del otro, usar frases de dinamización, dar noticia de que somos
conscientes de los sentimientos del otro y usar apropiadamente las
pistas no verbales de quien se nos da.
Para que la empatía exista es necesario que se dejen a un costado los juicios morales y los fenómenos de raíz afectiva (simpatía, antipatía);
de tal modo que se pueda tener una actitud comprensiva pero no de
compasión frente a la circunstancia del otro.
Consiste en el esfuerzo de carácter objetivo y racional para llevar a cabo proceso de comprensión intelectual que permita comprender los sentimientos del otro. Por estas razones, es una de las herramientas que aprovechan los psicólogos en su tarea profesional para acercarse a sus pacientes.
En otras palabras, la empatía permite hacer referencia a la capacidad intelectiva
de todo ser humano para vivenciar la forma en que otro individuo
siente.
Esta capacidad puede desembocar en una mejor comprensión de sus
acciones o de su manera de decidir determinadas cuestiones.
La empatía
otorga habilidad para comprender los requerimientos, actitudes,
sentimientos, reacciones y problemas de los otros, ubicándose en su
lugar y enfrentando del modo más adecuado sus reacciones emocionales.